Diario Financiero – En medio de un crecimiento económico sostenido, millones de dominicanos siguen enfrentando obstáculos financieros profundos. Desde el bajo acceso al sistema bancario hasta el alto endeudamiento, la mayoría de los hogares dominicanos lidian con condiciones que limitan su bienestar económico y su capacidad de progresar.
A pesar del dinamismo macroeconómico que exhibe República Dominicana, los problemas financieros que enfrenta la población siguen siendo estructurales y generalizados. Varios estudios recientes confirman que el acceso limitado a servicios financieros, la falta de educación económica y los bajos ingresos siguen afectando la calidad de vida de millones de familias.
Uno de los problemas más notorios es el bajo acceso a servicios bancarios. Actualmente, el 54 % de los dominicanos no tiene cuenta bancaria, lo que limita sus posibilidades de ahorro, inversión y acceso a crédito formal. Esta realidad perpetúa un ciclo de exclusión financiera, especialmente en zonas rurales y entre los trabajadores informales.
Además, el 67 % de la población no realiza una planificación financiera anticipada, un fenómeno más común en jóvenes, personas con baja escolaridad y en los segmentos de menores ingresos. Esta falta de previsión expone a las familias a decisiones improvisadas y a un mayor riesgo de sobreendeudamiento.
El estancamiento de los salarios es otro factor clave. A pesar del crecimiento del PIB, los sueldos reales en muchos sectores no alcanzan para cubrir las necesidades básicas, lo que restringe la capacidad de ahorro y genera una fuerte dependencia del crédito informal.
En ese contexto, el endeudamiento ha aumentado considerablemente. Las altas tasas de interés y la falta de liquidez dificultan el pago de préstamos, tanto a nivel familiar como empresarial. Esto ha generado situaciones de estrés financiero y sobreendeudamiento crónico en algunos segmentos de la población.
Aunque la inflación se ha mantenido dentro del rango meta establecido por el Banco Central, los precios de los productos básicos han subido. Esto ha provocado una pérdida sostenida del poder adquisitivo, afectando especialmente a los sectores más vulnerables y también a la clase media, un sector que queda entre los subsidios y las exoneraciones que va reduciendo su capacidad de cubrir gastos esenciales.
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A esto se suma una estructura económica marcada por la desigualdad. Aunque la pobreza ha disminuido en términos porcentuales, la distribución del ingreso sigue siendo profundamente desigual, especialmente en zonas rurales y entre quienes laboran en el sector informal, que no tienen acceso a pensiones ni seguridad social.
El resultado es una economía dual: mientras un segmento de la población accede a créditos, seguros y productos de inversión, otro gran sector opera al margen del sistema formal, sin protección ante riesgos de salud, desempleo o vejez.
Frente a este panorama, es importante reforzar con urgencia las políticas públicas orientadas a la bancarización, el ahorro formal, la protección social y la educación financiera desde etapas tempranas. Sin cambios estructurales, los problemas financieros de los dominicanos seguirán afectando la estabilidad y el desarrollo del país a largo plazo.
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