Durante décadas, México adoptó una postura conservadora respecto al salario mínimo, guiado por teorías económicas que advertían sobre los riesgos de un incremento abrupto. Estas teorías sostenían que los aumentos significativos provocarían una espiral inflacionaria, erosionando el poder adquisitivo de los trabajadores. Entre 1994 y 2018, el salario mínimo experimentó un aumento limitado, pasando de 15.27 pesos a 88.36 pesos mexicanos, lo que representa un incremento del 478.65%, equivalente a un 19.94% anual promedio.
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Sin embargo, desde 2018 hasta 2024, la situación cambió drásticamente. El salario mínimo pasó de 88.36 a 248.93 pesos, registrando un aumento del 181.72% o un promedio anual de 30.28%. A pesar de este incremento, la inflación durante este periodo se mantuvo en promedio en 4.7%, por debajo del 6% observado entre 1994 y 2018, desafiando así la teoría de inflación por costos.
¿Por qué no hubo inflación significativa?
Existen múltiples factores que explican por qué el aumento del salario mínimo no desencadenó una inflación descontrolada en México. Primero, el porcentaje de trabajadores que reciben el salario mínimo en el país es relativamente bajo, limitando el impacto directo de los aumentos en los costos laborales. Además, aunque existen sectores con salarios bajos, los incrementos no han sido lo suficientemente significativos para generar una espiral inflacionaria.
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Otro factor crucial son las variables externas. Por ejemplo, la lucha de Estados Unidos contra la inflación y sus altas tasas de interés han reducido los costos de algunos bienes importados, amortiguando el impacto en los precios internos. Asimismo, la política monetaria del Banco de México, con su meta inflacionaria del 3%, ha sido clave para contener choques internos y externos que podrían haber acelerado la inflación.
Impacto en la economía y los trabajadores
El aumento del salario mínimo ha tenido un impacto positivo en el poder adquisitivo de los trabajadores de menores ingresos, quienes ahora tienen una mayor capacidad real de gasto. Esto, a su vez, ha contribuido a dinamizar ciertos sectores de consumo sin generar presiones significativas en los precios.
En conclusión, aunque los incrementos salariales en México parecen contradecir las teorías económicas tradicionales, el contexto económico global, las políticas del Banco de México y la estructura del mercado laboral han permitido mantener la inflación bajo control. El caso mexicano demuestra que las dinámicas inflacionarias no dependen exclusivamente de los costos laborales, sino de un conjunto de variables interconectadas.
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