Alberto Fujimori, quien gobernó Perú durante una década, falleció el miércoles a los 86 años. Su hija, Keiko Fujimori, confirmó la noticia a través de una publicación en X (anteriormente Twitter), revelando que su padre murió tras una larga batalla contra el cáncer y otros problemas de salud, incluida una arritmia cardíaca. El expresidente peruano deja tras de sí una herencia política y social que ha dividido a su país. Algunos lo ven como el salvador de la economía y el responsable de la derrota de grupos insurgentes como Sendero Luminoso. Otros lo recuerdan como un dictador que violó derechos humanos y socavó las instituciones democráticas.
Nacido en Lima en 1938, hijo de inmigrantes japoneses, Fujimori fue un outsider político cuando decidió postularse para la presidencia en 1990. Ingeniero agrónomo y profesor universitario, su nombre no era conocido en la esfera política. Sin embargo, su estilo populista, simbolizado por su famosa campaña a bordo de un tractor, logró conectarse con una gran parte de la población, que estaba desilusionada por el estancamiento económico y la violencia política que azotaban al país. En una sorprendente segunda vuelta, derrotó al reconocido novelista Mario Vargas Llosa, quien representaba a los sectores más tradicionales y a la élite política.
Éxitos en la economía y la lucha contra el terrorismo
Uno de los principales legados de Fujimori fue su capacidad para controlar la hiperinflación que afectaba a Perú a finales de los años 80. Con tasas de inflación que llegaban al 7,650% anual, el país se encontraba en una situación económica crítica. Fujimori implementó reformas económicas radicales, conocidas como “terapia de choque”, que incluyeron la reducción de aranceles, la liberalización del mercado y la privatización de empresas estatales. Aunque estas medidas inicialmente provocaron un aumento en los precios de productos básicos como la leche y el pan, a largo plazo estabilizaron la economía y permitieron un crecimiento sostenido. Bajo su gobierno, Perú experimentó una de las tasas de crecimiento más altas del mundo en 1994, atrayendo inversión extranjera y mejorando las condiciones económicas.
En paralelo, Fujimori enfrentó uno de los mayores retos de su presidencia: la lucha contra la insurgencia terrorista. Cuando asumió el poder, el grupo maoísta Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) representaban una amenaza constante para la estabilidad del país. Sendero Luminoso, liderado por el ex profesor universitario Abimael Guzmán, había iniciado una violenta campaña de asesinatos y bombardeos en todo el país, llegando incluso a Lima, donde se realizaron atentados en zonas urbanas y embajadas.
Fujimori adoptó una estrategia de mano dura para enfrentar a los grupos insurgentes. En 1992, capturó a Guzmán, lo que marcó un punto de inflexión en la guerra contra el terrorismo. La captura de Guzmán, presentada en una jaula ante los medios de comunicación, fue un golpe psicológico devastador para Sendero Luminoso y consolidó el poder de Fujimori. Sin embargo, las tácticas empleadas por su gobierno, incluidas ejecuciones extrajudiciales y violaciones sistemáticas de derechos humanos, generaron críticas tanto dentro como fuera del país.
El autogolpe de 1992 y la erosión de las instituciones
Uno de los episodios más controvertidos del gobierno de Fujimori fue el autogolpe de 1992. En un movimiento sin precedentes, disolvió el Congreso y suspendió la Constitución, alegando que estas medidas eran necesarias para combatir el terrorismo y la corrupción que, según él, habían paralizado al país. Mientras las fuerzas armadas patrullaban las calles de Lima, la comunidad internacional condenó la medida, y los críticos lo acusaron de erigir un régimen autoritario. No obstante, una gran parte de la población peruana, que veía al Congreso como un obstáculo para el progreso, apoyó la medida.
Con el control total del poder, Fujimori implementó una nueva Constitución en 1993, que fortaleció los poderes presidenciales y facilitó su reelección en 1995. A pesar de las crecientes acusaciones de corrupción y violaciones de derechos humanos, Fujimori fue reelegido con una abrumadora mayoría, demostrando que su mano dura en temas de seguridad y economía seguía resonando entre los votantes.
No obstante, el creciente poder de Fujimori estuvo ligado a la figura de Vladimiro Montesinos, su asesor de inteligencia y hombre de confianza. Montesinos fue el arquitecto de las políticas de seguridad más brutales del régimen, incluidos los juicios a terroristas ante jueces militares encapuchados y las condenas sin debido proceso. Las acciones de Montesinos, combinadas con un sistema de espionaje y corrupción generalizada, comenzaron a erosionar la imagen pública de Fujimori.
La caída de Fujimori
En el año 2000, tras un controvertido proceso electoral en el que se le acusó de fraude, Fujimori inició su tercer mandato presidencial. Sin embargo, su gobierno pronto se desmoronó. La difusión de un video que mostraba a Montesinos sobornando a un congresista de la oposición fue el detonante de un escándalo de corrupción que obligó a Fujimori a huir a Japón. Desde allí, envió su renuncia por fax, un acto que marcó el abrupto fin de su presidencia.
Cinco años después, Fujimori intentó regresar a la política desde el exilio, viajando a Chile. Sin embargo, fue arrestado y extraditado a Perú, donde fue juzgado y condenado en 2009 a 25 años de prisión por violaciones de derechos humanos y corrupción. A pesar de estar en prisión, Fujimori mantuvo una base de apoyo popular, especialmente entre los sectores más pobres de la sociedad.
Legado político y familiar
El fujimorismo, como movimiento político, ha perdurado mucho más allá de la caída de su líder. Su hija, Keiko Fujimori, heredó la mayor parte de su base política y ha sido una figura central en la política peruana durante la última década. Keiko estuvo a punto de ganar la presidencia en 2011 y 2016, y aunque no ha logrado llegar al poder, sigue siendo una de las principales figuras de la oposición en el país.
Alberto Fujimori solicitó en varias ocasiones un indulto presidencial, alegando problemas de salud. En 2017, fue liberado por razones humanitarias por el presidente Pedro Pablo Kuczynski, lo que desató protestas masivas en Perú. El indulto fue anulado en 2019, y Fujimori regresó a prisión hasta que en diciembre de 2022 fue liberado nuevamente por orden del Tribunal Constitucional.
La vida de Fujimori, llena de éxitos y controversias, refleja las tensiones entre el progreso económico y la erosión de las instituciones democráticas. A pesar de sus logros en el combate al terrorismo y la estabilización de la economía, su legado sigue siendo profundamente divisivo. Para muchos, Fujimori será recordado como un líder autoritario que sacrificó los derechos humanos en nombre de la seguridad y el crecimiento económico.
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