Washington, D.C. – A las 10:30 a.m. del jueves, en el día 491 de la detención de su hijo Evan, Ella Gershkovich llegó a la Casa Blanca para una reunión urgente con el presidente Biden. Le habían indicado que trajera a su esposo Mikhail y a su hija Danielle, en una llamada que duró apenas tres minutos y que finalizó con una estricta instrucción: «No se lo digas a nadie».
Mientras tanto, a más de cinco mil millas de distancia, Evan Gershkovich, reportero del Wall Street Journal, pasaba sus últimas horas bajo la custodia rusa. A bordo de un avión del gobierno ruso Tupolev-204, se dirigía a un aeropuerto en Turquía, donde el personal de seguridad esperaba ansiosamente su llegada. Gershkovich, de 32 años, había sido detenido mientras documentaba la creciente represión en Rusia, convirtiéndose en protagonista de la misma historia que intentaba cubrir. Ahora, estaba a punto de ser el centro de uno de los intercambios de prisioneros más complejos de la historia reciente.
Un Rompecabezas Internacional
En distintos puntos de Europa, aviones transportaban a otros prisioneros que formaban parte de este delicado intercambio: dos estadounidenses y ocho rusos. Entre ellos había disidentes que habían enfrentado intoxicaciones y huelgas de hambre, así como estadounidenses que se convirtieron en peones en un prolongado juego de poder con Vladimir Putin. El precio de la libertad de estos prisioneros incluía vuelos con grilletes y cascos a prueba de balas desde Alemania, aterrizando cerca de la terminal VIP turca, donde Rusia los recogería.
Uno de los prisioneros más destacados en este intercambio era Vadim Krasikov, un sicario profesional que había asesinado a un exiliado en pleno día en un parque de Berlín. Krasikov, un hombre al que el presidente ruso deseaba traer de vuelta a casa, había asegurado una vez a un guardia: «La Federación de Rusia no me dejará pudrirme en la cárcel».
Negociaciones en las Sombras
Ella Milman, madre de Evan, había pasado 16 meses estudiando el caso de Krasikov, convencida de que este hombre podría ser la clave para la liberación de su hijo. La complejidad de las negociaciones involucró a un elenco extraordinario de personajes que trabajaron en las sombras, incluyendo diplomáticos, espías, presentadores de televisión en horario estelar, multimillonarios de Silicon Valley y oligarcas rusos. Incluso figuras improbables como Tucker Carlson y Hillary Clinton jugaron papeles importantes en el avance de las conversaciones.
Artículo completo en The Wall Street Journal
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