El 30 de abril culminó formalmente la temporada fiscal en la República Dominicana para aquellas empresas cuyo ejercicio social cierra el 31 de diciembre. Esta fecha marca no solo la obligación legal de presentar y pagar el Impuesto Sobre la Renta corporativo, sino también una oportunidad para reflexionar sobre las prácticas fiscales y contables que prevalecen en el sector empresarial dominicano.
Desde mi experiencia asesorando empresas en materia fiscal, tanto en República Dominicana como en otras jurisdicciones, observo un patrón preocupante que se repite año tras año: muchas empresas centran sus esfuerzos exclusivamente en cumplir con la declaración de impuestos, pero descuidan gravemente la contabilidad financiera y su integración con los procesos fiscales. Este divorcio operativo entre contabilidad y fiscalidad no solo compromete la salud financiera de la empresa, sino que la expone innecesariamente a contingencias tributarias.
El síntoma: declaraciones fiscales con bases débiles
Es común encontrar empresas que durante el año realizan múltiples operaciones —entradas y salidas de efectivo, aportes o préstamos de socios, compras y pagos a proveedores— sin la debida formalización documental. Algunos ejemplos frecuentes incluyen:
- Préstamos de accionistas no documentados: El socio aporta recursos a la empresa sin firmar un contrato de préstamo, generando incertidumbre legal y fiscal sobre si esos fondos son capital, ingreso, o pasivo.
- Reembolsos o pagos sin sustento formal: Se realizan devoluciones de dinero o pagos a terceros sin contrato, sin evidencia bancaria clara o sin el comprobante fiscal correspondiente.
- Gastos no soportados con NCF válidos: Se efectúan pagos a proveedores sin exigir la emisión de comprobantes fiscales (NCF), lo que automáticamente invalida su deducibilidad ante la Dirección General de Impuestos Internos (DGII).
Estas malas prácticas tienen consecuencias claras cuando se prepara la declaración jurada del Impuesto sobre la Renta. En el Anexo G —donde se detallan los ajustes fiscales, entre estos los gastos no admitidos— aparecen ajustes significativos que incrementan la base imponible, incluso cuando contablemente hubo salidas reales de efectivo. La sorpresa de muchos empresarios ante estos ajustes es comprensible, pero evitable.
El origen del problema: visión reactiva en lugar de estratégica
El error de fondo es concebir la contabilidad como una formalidad para cumplir con las declaraciones fiscales, en lugar de verla como una herramienta de gestión y soporte técnico de las decisiones financieras. La contabilidad no es una carga administrativa, es el lenguaje de los negocios y el sustento legal de toda política tributaria.
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Una empresa con una contabilidad bien llevada no solo declara impuestos, sino que los planifica, los optimiza y los defiende con solvencia técnica ante cualquier requerimiento de la administración tributaria.
La solución: planificación fiscal integrada
Para corregir esta práctica, se requiere de un cambio de mentalidad. La declaración de impuestos debe ser el resultado de un proceso de planificación fiscal permanente, no una carrera de último minuto en abril. Algunas recomendaciones concretas incluyen:
- Formalización de operaciones entre socios y la empresa: Todo préstamo debe contar con su contrato, condiciones claras de repago y trazabilidad bancaria.
- Control estricto del uso de comprobantes fiscales: La empresa debe establecer protocolos internos para garantizar que toda erogación con impacto fiscal esté debidamente soportada.
- Conciliaciones periódicas entre la contabilidad y los reportes fiscales: Esto incluye revisar los anexos de gastos, ingresos y activos fijos al menos trimestralmente.
- Capacitación del personal contable y administrativo: Muchos errores proceden de desconocimiento operativo. Invertir en formación es invertir en seguridad fiscal.
- Asesoría fiscal permanente y no solo en época de cierre: El acompañamiento de un profesional experimentado permite prever riesgos, optimizar beneficios fiscales legítimos y reducir el margen de error.
El cumplimiento tributario responsable no se improvisa. Se construye con disciplina, con información organizada y con asesoría técnica calificada. Las empresas dominicanas, especialmente las pequeñas y medianas, deben migrar de un enfoque reactivo a uno proactivo, donde la contabilidad y los impuestos estén alineados bajo una misma estrategia. Como dice el principio contable internacional: “lo que no está debidamente documentado, simplemente no existe”.
Recordemos: una empresa que cuida su contabilidad, cuida su patrimonio. Y una empresa que planifica sus impuestos, garantiza su sostenibilidad
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