Boeing enfrenta renovadas dudas sobre la seguridad de sus aeronaves tras tres incidentes separados que involucraron a sus aviones en Estados Unidos, Canadá y Turquía. Estos sucesos ocurren en un momento crítico para la compañía, que ya está bajo la lupa de las autoridades federales estadounidenses por posibles fallas en sus controles de calidad y seguridad.
El primer incidente implicó a un Boeing 787-900 de Air France en ruta de París a Seattle, que tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia en Iqaluit, Canadá, debido a un olor a quemado en la cabina. El avión llevaba 272 personas a bordo y, tras el aterrizaje, un avión de reemplazo fue enviado para completar el viaje de los pasajeros.
Simultáneamente, un Boeing 737-900 de Alaska Airlines experimentó un fallo de motor poco después de despegar de Cincinnati hacia Seattle, aunque logró aterrizar de nuevo sin incidentes y sin reportar heridos.
El mismo día, un Boeing 763 de carga operado por FedEx enfrentó problemas en Estambul al realizar un aterrizaje de morro debido a un fallo hidráulico que impidió desplegar el tren de aterrizaje delantero, afortunadamente sin víctimas.
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Estos incidentes surgen justo cuando Boeing aún está recuperándose de los problemas relacionados con el modelo 737 MAX y enfrenta investigaciones por posibles falencias en el ensamblaje de las alas de algunos 787 Dreamliner, tras las alarmantes denuncias de un ingeniero sobre el montaje inadecuado del fuselaje que podría comprometer la integridad estructural en vuelo.
La cadena de incidentes plantea serias preguntas sobre las prácticas de seguridad de Boeing y la efectividad de las medidas correctivas implementadas tras escándalos anteriores, poniendo en riesgo no solo su reputación, sino también la confianza del público y la industria aeronáutica global.
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