Santo Domingo.– Cada año, millones de personas en todo el mundo celebran la Semana Santa, uno de los eventos religiosos más relevantes del calendario cristiano. Sin embargo, muchos se preguntan por qué esta festividad no tiene una fecha fija como la Navidad o el Día de Todos los Santos.
La Semana Santa conmemora los últimos días de la vida de Jesucristo, su pasión, muerte y resurrección. Abarca desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Resurrección, marcando un periodo de reflexión espiritual y celebraciones litúrgicas para millones de fieles.
La razón por la que la Semana Santa cambia de fecha cada año tiene un fundamento astronómico y eclesiástico. Según lo establecido en el Concilio de Nicea en el año 325 d.C., el Domingo de Resurrección debe celebrarse el primer domingo después de la primera luna llena tras el equinoccio de primavera (que ocurre alrededor del 21 de marzo).
Esto significa que la fecha de la Semana Santa puede variar entre el 22 de marzo y el 25 de abril. A partir de esa base, se determinan el resto de los días santos: el Domingo de Ramos, el Jueves Santo, el Viernes Santo, el Sábado de Gloria y el Domingo de Resurrección.
Este sistema de cálculo busca mantener una relación simbólica con la Pascua judía, ya que según los Evangelios, la crucifixión de Jesús ocurrió poco después de dicha celebración.
En términos de significado, la Semana Santa representa el corazón de la fe cristiana. Para los creyentes, rememorar estos acontecimientos es una forma de renovar su fe, recordar los sacrificios de Jesús y prepararse espiritualmente a través de la oración, el ayuno y la participación en ritos litúrgicos.
Cada día de esta semana tiene una connotación específica:
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El Domingo de Ramos recuerda la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.
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El Jueves Santo conmemora la Última Cena y la institución de la Eucaristía.
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El Viernes Santo marca la crucifixión y muerte de Jesús.
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El Sábado Santo es un día de espera y silencio.
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El Domingo de Resurrección, o de Pascua, celebra el retorno a la vida de Jesús.
Para los cristianos, estos días no son solo una evocación del pasado, sino una vivencia espiritual presente. La Semana Santa simboliza el paso de la muerte a la vida, de la oscuridad a la luz, y de la desesperanza a la redención que enmarcó Jesucristo en su paso por la tierra. Es un momento para renovar el compromiso con la fe y reenfocar la vida personal hacia el perdón, la humildad y el amor al prójimo.
En muchas comunidades, estos días están marcados por la introspección, la reconciliación y el recogimiento. El simbolismo de la cruz, el sepulcro y la resurrección cobra un sentido profundo que trasciende lo religioso y toca lo humano: la esperanza frente al sufrimiento, la renovación tras la caída y la certeza de que, incluso en la oscuridad, hay posibilidad de redención pues se recuerda la muerte y posterior resurrección de Jesús, hecho que transformó la vida de sus seguidores hasta la fecha de hoy.
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