Ciudad del Vaticano. – A pesar de haber ostentado uno de los cargos más influyentes del mundo durante más de una década, el Papa Francisco falleció dejando un patrimonio personal equivalente a solo 100 dólares, sin propiedades, cuentas bancarias a su nombre, ni inversiones. Así lo confirmó el diario británico The Mirror, que analizó las condiciones económicas bajo las cuales vivió el primer pontífice latinoamericano de la historia.
Desde su elección como Sumo Pontífice en marzo de 2013, Francisco se negó a recibir el salario anual de aproximadamente 340 mil euros al que tenía derecho. Esta decisión se enmarcó en sus votos de pobreza como miembro de la Compañía de Jesús, orden religiosa conocida por su compromiso con la sencillez, la obediencia y el desapego material.
A diferencia de sus predecesores, Jorge Mario Bergoglio —nombre de pila del Papa Francisco— no ocupó los lujosos aposentos papales del Palacio Apostólico. En su lugar, eligió residir en la Casa Santa Marta, una modesta residencia dentro del Vaticano, donde mantuvo una vida austera y alejada de privilegios innecesarios.
Durante su papado, rechazó múltiples lujos y continuó usando el transporte público cuando no se lo impedían razones de seguridad. En actos públicos y privados, promovió una cultura de “Iglesia pobre para los pobres”, mensaje que se convirtió en una constante tanto en sus discursos como en sus decisiones administrativas.
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A pesar de no contar con bienes personales, todos los gastos esenciales del Papa eran cubiertos por el Vaticano, incluyendo alimentación, alojamiento, seguridad y viajes. Sin embargo, no tenía a su disposición cuentas bancarias personales ni fondos secretos. Esta información, validada por fuentes cercanas al Vaticano, ha sido interpretada por diversos analistas como un reflejo de la coherencia entre su vida personal y el mensaje espiritual que predicó.
Francisco también impulsó reformas estructurales en la administración financiera del Vaticano, abogando por mayor transparencia y control sobre las cuentas y propiedades del Estado Pontificio. Su lucha contra la corrupción interna y su oposición al uso de bienes eclesiásticos para enriquecimiento personal marcaron un antes y un después en la gestión vaticana.
Este estilo de vida contrasta notablemente con las acusaciones históricas que han recaído sobre otros miembros de la jerarquía eclesiástica. Francisco optó por la coherencia doctrinal, reforzando la confianza de millones de fieles que veían en él a un líder diferente, más comprometido con las causas sociales que con las apariencias de poder.
A la luz de estos datos, su muerte no solo deja un legado espiritual, sino también una lección sobre cómo el liderazgo puede ejercerse desde la humildad y sin acumular riqueza personal.
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